La Confianza En Una Intuición No Es Una Prueba De Su Validez

Curioso, ¿verdad? Cómo a veces sentimos con una certeza absoluta que algo es cierto, sin pruebas, sin análisis. Es solo un destello en la mente, una corazonada. Y nos aferramos a ella como si fuera un hecho irrefutable. "Lo sé porque lo sé", decimos, ignorando la posibilidad de estar equivocados.

Pero, ¿y si esa seguridad no es más que un espejismo? ¿Y si lo que creemos tan evidente no es más que un truco de nuestra mente, una trampa del pensamiento rápido? Porque claro, es más cómodo confiar en la intuición que detenerse a examinarla. Cuestionar exige esfuerzo, pensar despacio implica paciencia. ¿Quién tiene tiempo para eso?

Sin embargo, no todo lo que sentimos como verdadero lo es. A veces, la intuición nos guía bien; otras, nos conduce directo al error. Nos hace creer que entendemos una situación a la perfección cuando, en realidad, solo estamos viendo la superficie. ¿Cuántas veces hemos estado convencidos de algo solo para descubrir después que nos equivocamos? ¿Cuántas decisiones hemos tomado en base a un presentimiento que luego resultó ser una ilusión?

No se trata de desconfiar de todo, sino de aprender a dudar en el momento adecuado. La certeza absoluta es peligrosa cuando no va acompañada de reflexión. Porque la intuición, sin el filtro del pensamiento crítico, es como una brújula imantada: puede señalar cualquier dirección y hacernos creer que es el camino correcto.

Entonces, la próxima vez que sientas esa certeza inquebrantable, detente un segundo. Pregúntate: ¿es real o es solo mi mente apresurándose a dar respuestas? Quizás, en esa pausa, descubras algo que antes habrías pasado por alto. Quizás, en ese instante de duda, encuentres la verdad.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El alma no crece con los años, crece con los golpes

La ternura es una forma de resistencia

El eco de lo que no se ha ido