No hay mayor ceguera que la del que se niega a mirar en su propio interior
¿Por qué evitamos mirarnos por dentro?
El autoexamen requiere valentía. Implica cuestionar nuestras decisiones, confrontar nuestras sombras, aceptar que a veces hemos sido nuestra propia herida. Muchas personas prefieren seguir adelante con una máscara bien pulida, evitando mirar los rincones incómodos del yo. Tal como plantea Carl Jung, “quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta”.
Negarnos a mirar adentro es negarnos a crecer. Significa quedar atrapados en patrones, repitiendo errores y culpando al mundo por lo que no queremos asumir.
Un dato revelador
Un estudio publicado en Harvard Business Review señala que solo entre el 10% y el 15% de las personas poseen una conciencia de sí mismas real y profunda. La mayoría cree conocerse, pero en realidad se define por narrativas externas, sin cuestionarse.
Preguntas para la reflexión
¿Qué parte de ti mismo evitas mirar?
¿Hay alguna verdad incómoda que estás ignorando?
¿Qué pasaría si dejaras de huir de ti mismo?
Acciones para comenzar a ver con claridad
Escribir sin filtro: Llevar un diario emocional donde puedas escribir lo que sientes sin juzgarte puede ser un primer paso para entrar en ti.
Terapia o espacios de introspección guiada: Hablar con un terapeuta o guía puede abrir puertas que ni sabías que existían.
Silencio consciente: No cualquier silencio. Uno sin distracciones, sin pantalla, sin huida. Solo tú contigo mismo.
Escucha tu incomodidad: Las emociones incómodas son señales. En vez de evitarlas, pregúntate qué quieren decirte.
Una historia de ojos cerrados
Sofía siempre pensó que era una persona generosa, entregada a los demás. Pero sus relaciones no duraban, y el resentimiento crecía cada vez que se sentía “no valorada”. Un día, en una conversación con su terapeuta, descubrió que su entrega no venía del amor, sino del miedo a ser rechazada. Darse cuenta fue doloroso. Pero también liberador. Solo entonces pudo comenzar a elegir desde un lugar auténtico y no desde una herida disfrazada de virtud.
Reflexión final
La ceguera interior no desaparece con el tiempo, se profundiza. Solo cuando decidimos mirar dentro —sin filtros, sin miedo, sin excusas— empezamos a ver realmente. Lo que encontremos puede no gustarnos al principio, pero será real. Y lo real es el único terreno sobre el que se puede construir una vida más plena, más honesta, más libre. Porque quien se atreve a verse, se regala la posibilidad de transformarse.
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